amistad, actitudes humanas que ayu-
dan mucho al desarrollo de la ciencia. |
En 1254 Alberto fue elegido provincial |
de la «Provincia Teutoniae» —teutóni- |
ca— de los padres dominicos, que |
comprendía comunidades esparcidas |
en un vasto territorio del centro y del |
norte de Europa. Se distinguió por el |
celo con el que ejerció ese ministerio, |
visitando a las comunidades y exhor- |
tando constantemente a los hermanos |
a vivir la fidelidad a las enseñanzas y |
los ejemplos de santo Domingo. |
Sus dotes no escaparon a la atención |
del Papa de aquella época, Alejan- |
dro IV, que quiso que Alberto estuvie- |
ra durante un tiempo a su lado en |
Anagni •—adonde los Papas iban con |
frecuencia—, en Roma y en Viterbo, |
para servirse de su asesoramiento teo- |
lógico. El mismo Sumo Pontífice lo |
nombró obispo de Ratisbona, una dió- |
cesis grande y famosa, pero que atra- |
vesaba un momento difícil. De 1260 a |
1262 Alberto desempeñó este ministe- |
rio con infatigable dedicación, y logró |
traer paz y concordia a la ciudad, |
reorganizar parroquias y conventos, y |
dar un nuevo impulso a las actividades |
En los años 1263 y 1264 Alberto |
predicó en Alemania y en Bohemia, |
por voluntad del Papa Urbano IV y |
regresó después a Colonia, donde reto- |
mó su misión de docente, estudioso y |
escritor. Al ser un hombre de oración, |
de ciencia y de caridad, gozaba de |
gran autoridad en sus intervenciones
en varias vicisitudes de la Iglesia y de |
la sociedad de la época: fue sobre todo |
un hombre de reconciliación y de paz |
en Colonia, donde el arzobispo había |
entrado en dura contraposición con las |
instituciones ciudadanas; se prodigó |
durante los trabajos del II concilio de |
Lyon, en 1274, convocado por el Papa |
Gregorio X para favorecer la unión en- |
tre la Iglesia latina y la griega, después |
de ia separación del gran cisma de |
Oriente de 1054; aclaró el pensamiento |
de santo Tomás de Aquino, que había |
sido objeto de objeciones e incluso de |
condenas completamente injustificadas. |
Murió en la celda de su convento de |
la Santa Cruz en Colonia en 1280, y |
muy pronto fue venerado por sus her- |
manos dominicos. La Iglesia lo propu- |
so al culto de los fieles con la beatifica- |
ción, en ¡622, y con la canonización, |
en 1931, cuando el Papa Pío XI lo pro- |
clamó Doctor de la Iglesia. Se trataba |
de un reconocimiento indudablemente |
apropiado a este gran hombre de Dios |
e insigne estudioso no sólo de las ver- |
dades' de la fe, sino de muchísimos |
otros sectores del saber; en efecto, |
echando una ojeada a los títulos de sus |
numerosísimas obras, nos damos cuenta |
de que su cultura es prodigiosa y de |
que sus intereses enciclopédicos lo lle- |
varon a ocuparse no sólo de filosofía y |
de teología, como otros contemporá- |
neos, sino también de cualquier otra |
disciplina conocida entonces: física, |
química, astronomía, mineralogía, bo- |
tánica, zoología... Por este motivo el |
Papa Pío xn lo nombró patrono de los |
cultores de las ciencias naturales y |
también se le llama Doctor universalis |
precisamente por la vastedad de. sus in- |
vosotras mismas, y en oración os pre- |
sento al Creador, que vosotras sólo po- |
déis adorar a través de mí» (Le opere. |
San Alberto Magno nos recuerda |
que entre ciencia y fe existe amistad, y |
que los hombres de ciencia pueden re- |
correr, mediante su vocación al estudio |
de la naturaleza, un auténtico y fasci- |
nante camino de santidad. |
Su extraordinaria apertura de mente |
se revela también en una operación |
cultural que emprendió con éxito, a. sa- |
ber, en la acogida y en la valorización |
del pensamiento de Aristóteles. De he- |
cho, en tiempos de san Alberto se esta- |
ba difundiendo el conocimiento de nu- |
merosas obras de este gran filósofo |
griego del siglo IV antes de Cristo, so- |
bre todo en el ámbito de la ética y de |
la metafísica. Estas demostraban la |
fuerza de la razón, explicaban con lu- |
cidez y claridad el sentido y la estruc- |
tura de la realidad, su inteligibilidad, |
el valor y la finalidad de las acciones |
humanas. San Alberto Magno abrió la |
puerta para acoger toda la filosofía de |
Aristóteles -en la filosofía y la teología |
medieval, una incorporación que Santo |
Tomás elaboró después de modo defi- |
nitivo. Esta incorporación de una filo- |
sofía digamos pagana pre-crisfiana» |
fue una auiéniM a revolución cultural |
p.ira aquel lii-mpo. Sin embargo, mu- |
chos pensadores ensílanos Icmían la fi- |
losofía de Aristóteles, la filosofía no |
cristiana, sobre todo porque, presenta- |
da por sus comentaristas árabes, se ha- |
bía interpretado de una manera que |
parecía —por lo menos en algunos |
puntos— completamente inconciliable |
con la fe cristiana. De modo que se |
planteaba un dilema: ¿fe y razón se |
contraponen o no se contraponen?
Ciertamente, los métodos científicos |
adoptados por san Alberto Magno no |
son los que se consolidaron en los siglos |
posteriores. Su método consistía simple- |
mente en la observación, en la descrip- |
ción y en la clasificación de los fenó- |
menos estudiados, pero de este modo |
abrió la puerta a trabajos futuros. |
Sigue teniendo mucho que enseñar- |
nos. San Alberto muestra sobre todo |
que entre fe y ciencia no existe oposi- |
ción, pese a algunos episodios de in- |
comprensión ,que han tenido lugar en |
la historia. Un hombre de fe y de ora- |
ción, como era san Alberto Magno, |
puede cultivar serenamente el estudio |
de las ciencias naturales y avanza!' en |
el conocimiento del micro y del macro- |
cosmos, descubriendo las leyes propias |
de la materia, porque todo esto concu- |
rre a alimentar la sed de Dios y el |
amor a él. La Biblia nos habla de la |
creación como del primer lenguaje a |
través del cual Dios —que es suma in- |
teligencia, que es Lagos— nos revela al- |
go de sí mismo. El libro de la Sabidu- |
ría, por ejemplo., afirma que los fenó- |
menos de la naturaleza, dotados de |
grandeza y belleza, son como las obras |
de un artista, a través de las cuales, |
por analogía, podemos conocer al Au- |
tor de la creación (cf. Sb 13, 5). Con |
una similitud clásica en la Edad Media |
y en el Renacimiento, el mundo natu- |
ral puede compararse con un libro es- |
crito por Dios, que nosotros leemos se- |
n los distintos enfoques de las cien- |
ias (cf. Discurso a los participantes en |
asamblea plenaria de la Academia |
pontificia de las ciencias, 31 de octubre |
de 2008). ¡Cuántos científicos, siguien-
do los pasos de san Alberto Magno, |
han llevado adelante sus investigacio- |
nes movidos por asombro y gratitud |
frente al mundo que, a sus ojos de es- |
tudiosos y creyentes, se presentaba y se |
presenta como la obra buena de un |
Creador sabio y amoroso! El estudio |
científico se transforma en un himno |
de alabanza. Lo había comprendido |
muy bien-un gran astrofísico de nues- |
tros tiempos, cuya causa, de beatifica-
ción se ha incoado, Enrico Medi, el |
cual escribió: «Oh. vosotras, misteriosas |
galaxias..,, yo os veo, os calculo, os en- |
tiendo, os estudio y os descubro, pene- |
tro en vosotras y os recojo. Tomo vues- |
tra luz y- con ella hago ciencia; tomo el |
movimiento y hago de él sabiduría; to- |
mo el destello de los colores y hago de |
él poesía; os tomo a vosotras, estrellas. |
en-.mis manos, y temblando en la uni- |
dad cíe mi ser os elevo por encima de
Aquí está uno de los grandes méritos |
de san Alberto: con rigor científico es- |
tudió las obras de Aristóteles, conven- |
cido de que todo lo que es realmente |
racional es compatible con la fe revela- |
da en las Sagradas Escrituras. En otras |
palabras, san Alberto Magno contribu- |
yó así a la formación de una filosofia |
autónoma, diferente de la teología, a la |
cual la une sólo la unidad de la ver- |
dad. Así nació en el siglo XIII una dis- |
tinción clara entre los dos saberes, filo- |
sofia y teología, que, dialogando entre |
sí, cooperan armoniosamente al descu- |
brimiento de la auténtica vocación del |
hombre, sediento de verdad y de felici- |
dad: es sobre todo la teología, definida |
por san Alberto «ciencia afectiva», la |
que indica al hombre su llamada a la |
alegría eterna, una alegría que brota |
e la adhesión plena a la verdad. |
San Alberto Magno fue capaz de co- |
nunicar estos conceptos de modo sen- |
cillo y comprensible. Auténtico hijo de |
santo Domingo, predicaba de buen |
grado al pueblo de Dios, que era con- |
quistado por su palabra y por el ejem- |
Queridos hermanos y hermanas, pi- |
damos al Señor que nunca falten en la |
santa Iglesia teólogos doctos, piadosos |
y sabios como san Alberto Magno, y |
que nos ayude a cada uno de nosotros |
a hacer nuestra la «fórmula de la san- |
tidad» que él siguió en su vida: «Que- |
rer todo lo que yo quiero para la glo- |
ria de Dios, como Dios quiere para su |
gloria todo lo que él quiere», es decir, |
conformarse siempre a la voluntad de |
Dios para querer y hacerlo todo sólo y |
siempre para su gloria.AMEN.- |
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